El otro día me encontraba revisando viejos videos de futbolistas que marcaron una época con sus bellas jugadas, inigualables goles y personalidades únicas que difícilmente el mundo de la pelota podrá ver nuevamente. Con lo anterior no digo que los buenos futbolistas dejen de existir, sino que cada época es marcada por un individuo diferente y que hace suya la atención del público fanático y no fanático, por méritos que inclusive pueden ser ajenos al deporte de las patadas.

 

Cuando se habla de la historia del fútbol nombres como Alfredo di Stefano, Pelé y Diego Armando Maradona son inevitablemente proyectados por nuestras mentes. Cada uno de ellos realizó méritos suficientes para que fuesen catapultados al estrellato futbolístico y pertenecer quizá a la elite histórica de este hermoso deporte. Pero hoy en día, en épocas de Lionel Messi y Cristiano Ronaldo, yo me fijaría más al fondo, hasta atrás de la cancha del estadio Santiago Bernabéu, específicamente dentro del área grande y del área chica, las cuales son resguardadas por el jugador con el dorsal número uno que sin duda alguna ha sido uno de los más famosos alrededor del planeta por la obtención de múltiples campeonatos a lo largo de su historia como lo es el Real Madrid CF. Así es, para los conocedores ya saben de quien hablo, para los que no, simplemente me refiero al gran capitán de la selección española y del equipo madrileño, Iker Casillas.

 

Iker durante su larga carrera no sólo ha demostrado su gran capacidad para entender el juego, para demostrar el hambre de ganar títulos o su capacidad técnica-atlética para realizar atajadas impresionantes. El arquero español tiene un secreto único para su éxito. Casillas ha hecho gala de un valor que hoy en día es muy complicado de encontrar en un futbolista profesional y que sin duda ha sido y seguirá siendo el principal atributo, del que para mi gusto, es el mejor portero de la historia. Ese valor que a muchos individuos les ha hecho falta, que inclusive los han marcado de por vida y que este excelente portero ha demostrado de tantas formas diferentes, es el valor de la humildad.

Las generaciones jóvenes deben de elegir ídolos no solamente basados en sus records o logros, sino en lo que demuestran con acciones dentro y fuera de una cancha. Dentro de nuestra sociedad, y hoy por hoy, la humildad juega un papel muy importante cuando se busca alcanzar las metas que un individuo se plantea. La humildad es la virtud y capacidad de restar importancia a los méritos personales y reconocer los defectos para buscar mejorarlos y progresar. Este valor, es un pilar en la vida y es capaz de enseñarnos muchas cosas si se lo permitimos. La humildad juega quizá el papel básico para cimentar lo que será nuestro proyecto de vida y de establecer cómo podremos logarlo sin que, como se dice coloquialmente, "se nos suban los humos" o "perdamos el piso", de tal forma que, al reconocer los defectos, consecuente y paulatinamente, el individuo podrá trabajar en mejorar y de tal forma, crecer para poder formar una sociedad benéfica, proactiva, honesta y dispuesta a progresar continuamente.

 

Casillas ha demostrado que su éxito no ha sido solamente gracias a sus lances, sino en gran medida a que también ha sabido reconocer sus errores y ha decidido trabajar en ellos para seguir siendo el mejor. Independientemente de sus logros, los cuales no son para nada despreciables, su máximo ha sido guiar a las jóvenes masas amantes del deporte por un camino de rectitud y respeto consigo mismo, así como con otros, invitándolos a practicar el fútbol principalmente de forma leal, honesta y basada en los múltiples valores existentes de los cuales se desprende el ya mencionado, buscando crecer, aprender y ser mejor en todo lo que cada individuo se plantea en su vida diaria.