Poster de la Carvana Corona

El Piporro en la Caravana Corona

(Extraído del libro "La Caravana Corona, Cuna del Espectáculo en México"; Coordinación, investigación y redacción de Guillermo Chao Ebergenyi).


El Norteño del Sur.

Durante treinta y un días consecutivos (algo que sólo hizo Pedro Infante) Eulalio González encabezó la Caravana Corona, sin descansar una vez. De lunes a lunes por toda la república, esto le valió para comprarse una casa y su auto. Y más que eso, para poner en un lugar preponderante el nombre de Piporro.

"Piporro -dice Eulalio González, desde Monterrey- nació solo y se hizo solo."

Todo empezó en radio, haciendo "Martín Corona", con Pedro Infante de estelar. Ahí, un joven hizo el papel de Piporro; aquel norteño que no hablaba como los norteños, un norteño de la ciudad de México.

Y no es que Piporro hable como los norteños; nada de eso; los norteños hablan como Piporro, y ahí hay una gran diferencia.

Por ello es que sus palabras en torno a las caravanas y a Guillermo Vallejo "aburren por las buenas". Fue en ellas, fue con él, que el nombre de Piporro, el de Eulalio González se separó de cualquier otro. Dejó de ser actor, para ser la figura central. Gracias a estos eventos, Piporro se hizo real.

"Simplemente aprendí".

Y es que de la indivisibilidad de la radio, pasó al sueño del cine, pero fue en aquellos escenarios por todo el país, donde adquirió forma y fondo.

"Mi niño -le dijo el señor Vallejo- tú no tienes que cambiar, nada más sal y haz lo que sabes. Entra de frente, ponte de perfil, luego de tres cuartos y sal dando la espalda".

Por eso en aquellos treinta y un días, hizo lo que sabía, lo que la gente le pedía, cantando las tres o cuatro canciones que querían oir. El pueblo sólo quería verlo, sabía que existía, que no era un mito, que no era una voz o una imagen en la pantalla.

"Era un empresario que sabía tratar bien a la gente, con simpatía e ingenio. Era durito estar en todos esos lugares. Recuerdo que una vez me dijo que en equis lugar había oportunidad de descansar dos horas en un hotel y yo le dije que mejor no, que ya me había acoplado y acomodado en los sillones del camión"

Las anécdotas del Piporro y Vallejo, han pasado de boca en boca, hay quienes aseguran haberlas visto aunque no estuvieron allí; otros las platican como suyas; pero a él si le constan.

Fue a él a quien al platicarle lo que haría con la película "El Pocho", Vallejo le dijo aquello de que no estaba dormido, sino haciendo tierra al tocar con el brazo el piso del camión.

Fue a él a quien en un viaje en camioneta, durmiéndose en el camino y casi pegando con el parabrisas -le dijo: "es cuestión de composturas".

Fue a él a quien le dijo que hacía tres funciones porque no había contactado la cuarta.

"En una ocasión tuvimos un fracaso. No tiene caso decir dónde. No había gente. Entonces, cuando cantó Enrique (Guzmán) se armó un pleito por quién sabe qué, y Vallejo dijo "vamos a entrarle todos, al fin que somos más que los de arriba".

Piporro empezó entonces a ser el actor, el cantante, la estrella, gracias a esos viajes en la Caravana Corona.

"Pasé del set del cine al teatro, donde la reacción del público es inmediata."

Coincidió toda esa época con su "Rey del Tomate", "Torero por un Día", "El Pocho", y todas aquellas que no sólo dieron forma a un personaje, sino que crearon un idioma. El idioma del Pîporro que todos los norteños hablan.

"Yo le decía al Profesor Alva (aquel que hipnotisaba a las personas) -porque cuando estábamos en la frontera cargábamos con fayuquita-, entonces decía: "Garita a la vista... todos a dormir", y así, dormidos, pasábamos la revisión".

Antes de ser Piporro, Eulalio González anduvo por todo el norte. De Tamaulipas a Sonora, taloneándole en todo. De ahí adquirió el tonito, que reflejó en aquella radionovela que lo llevó al cine.

"Fue Pedro Infante quien me recomedó. No era común pasar del radio al cine, pero yo lo hice".

Pero en el cine Piporro era diferente. Con sus caracterizaciones, era difícil saber cómo era en realidad y por eso las caravanas revelaron el mito.

"Sabía lo que hacía. Era un capitán del barco. Por eso siempre estaba al frente. En esa época, no había tanta tele y venturosamente para nosotros, la Caravana Corona fue nuestra comunicación con el público. Yo sí puedo decir que conozco la república de palmo a palmo. Yo les digo a los jóvenes que aunque los conozcan en todos lados, por la cobertura que hay, no cualquiera ha estado personalmente en tanto lugar. La caravana fue la iluminación de la ilusión. Fue un momento trascendente en mi carrera. Mientras todos los demás cambiaban de canciones, yo hacía lo que l público me pedía. Fue como dicen los toreros, aprender a ‘pisar la arena’. Adquirir la experiencia más fuerte, aprendiendo a conocer públicos diferentes. Yo le decía: ‘vivo no soy, pero no soy tonto’, así que aprendí todo en las caravanas. Creo que todos los artistas hablarán de Vallejito en términos agradables. Tenía un gran don de gentes. Sabía tratar a la gente. Nuestra relación fue más estrecha. Después nos seguíamos viendo, fue a mi casa, fui a su casa, siempre hubo una relación. Los contratos eran de palabra, de hombre, "lo hablado, hablado" y así era. Después tuve otras alternativas, otros trabajos, pero seguíamos siendo grandes amigos. A veces coincidíamos en algún lugar y nos íbamos a cenar".

Así, el norteño aguado, como dicen en Monterrey a los que llegan de la capital, platica, sin bromear, de una experiencia que califica de inolvidable.

El Piporro ya es un personaje aparte. Ya hasta al regente le dicen Piporro. Así es esto. El señor Vallejo era el eje de todo. Desgraciadamente tuvo que terminar. Vinieron los cambios. Todo cambió en México en los últimos treinta años. Ya no es como antes. Hasta las relaciones familiares han cambiado. Vallejo no era un empresario de látigo, de arriar gente; sabía tratar, con todo mundo se llevaba bien. Iba con lo más escogido. Yo tuve muchas caravanas, pero recuerdo especialmente aquella que estuve treinta y un días seguidos (más de cien funciones). No creo que haya alguien que le hable de él con una mala impresión y creo que esto da una idea de lo que he vivido con esta familia".

Una plática corta llena de anécdotas, historias, recuerdos y el testimonio de un buen norteño que vino del sur: sencillo y sincero.

La palabra queda ahí: "aprendí". Ya lo demás es para otro capítulo. Está dicho todo.

Quizá no sepamos a ciencia cierta si los norteños hablan como el Piporro o el Piporro habla como los norteños, pero en ambos casos, queda patente lo que los norteños defienden: hablar con la verdad.

"El Piporro se inventó solo, hizo sus propias expresiones y aunque en realidad yo llevo poco de vivir aquí (Monterrey) ya me siento norteño. Así es esto".
 
Volver a la Página del Piporro