¿Qué ocurrió en Estados Unidos el 10 de septiembre de 1752?

 
Después de los egipcios, el primer calendario moderno fue puesto en uso en el año de 45 A. C. por Julio Cesar, quien decretó que habría tres años de 365 días y luego uno de 366. Se le llamó Calendario Juliano y nos legó la costumbre de añadir un día, febrero 29, cada cuatro años, tales años son llamados bisiestos (del latín bisextus, que era el día que se añadía después del 24 de febrero o sexto día de las calendas de marzo).

Las razones que tuvo el mandatario romano para inventar los bisiestos estaba fundamentada en que se creía que el año solar duraba 365 días con 6 horas, lo cual no estaba muy lejos de la realidad ya que, mucho después, se calculó que la duración es de 365 días, 5 horas, 48 minutos y 47.8 segundos. Y, aunque la diferencia era de sólo 11 minutos y 12.2 segundos, tal inexactitud provocó algunos problemas de programación en la agricultura.

Tiempo después, un Papa muy listo (o que tenía algunos genios en su gabinete) llamado Gregorio XIII tomo en cuenta esta diferencia y ordenó que se hiciera una corrección: Lo primero que hizo fue actualizar la fecha quitando 10 días (que resultaban del error causado por los 11 minutos), esto provocó que el día después del 4 de octubre de 1582 fuera el 15 de octubre y, luego, instituyó la regla modificada de los años bisiestos que dice:

Un año será bisiesto si su numeral es divisible por cuatro, excepto los terminados en 00 que no sean divisibles por 400. Así, por ejemplo, 1984 y 1600 fueron bisiestos mientras que 1986 y 1900 no lo fueron.
Pero ¿por qué el nombre bisiesto? En los tiempos de Julio César, el primer día de cada mes se llamaba calendas; el séptimo, nonas, y el decimoquinto día, idus. Al 28 de febrero los romanos lo llamaban primum dies ante calendas martii (primer día antes de las calendas de marzo); el 27 de febrero era el secundum dies ante calendas martii (segundo día antes de las calendas de marzo); el 26 de febrero, tertium dies..., y así sucesivamente.
Para introducir su novedad —el año bisiesto—, Julio César intercaló un día entre el sexto y el quinto día antes de las calendas, es decir, entre los días que hoy llamamos 23 y 24 de febrero. Este día adicional fue llamado bis sextus dies ante calendas martii, o sea, ‘doble día sexto antes de las calendas de marzo’, y el año que contenía ese día se llamó bissextus.
Con esto el error acumulado (¡ah! porque no fue exacto el nuevo calendario) sería de un día cada 3300 años. Cosa que tiene preocupados a los sabios científicos que ya buscan la solución al problema.

No todo el mundo aceptó el nuevo Calendario Gregoriano en un principio (¿se imaginan el lió que esto armaría en esta era de globalización?), las naciones católicas romanas no tuvieron opción y lo acataron inmediatamente, pero las colonias norteamericanas, por ejemplo, hicieron el cambio hasta 1752 cuando el Imperio Británico así lo decreto, y el día 2 de septiembre de 1752 precedió al 14 de septiembre (el ajuste tuvo que ser de 11 días).
Es curioso hacer notar que George Washington nació, en realidad, el 11 de febrero de 1732 y no el 22 como se festeja actualmente.
Grecia y Turquía se resistieron hasta donde pudieron pero, ante la fuerza de la razón, adoptaron el nuevo sistema en 1924 y en 1927, respectivamente.

Entonces, ¿Qué ocurrió en E. U. el 10 de septiembre de 1752?

!Absolutamente nada! !No existió tal día en los Estados!



Resumen:
Los Egipcios inventaron el calendario de 365 días. Se perdía 1 día en 4 años.
Julio Cesar instituyó el Calendario Juliano. Se perdían 3 días en 400 años.
El Papa Gregorio inició el Calendario Gregoriano. La pérdida es de 1 día en 3300 años.